miércoles, 20 de abril de 2016
CAPITULO 38: (TERCERA PARTE)
Su primer impulso era decirle que lo quería a él, Pedro, pero recordó los tiempos tranquilos y felices pasados con Gonzalo. Con él no tuvo que caminar por vigas de madera bordeando el abismo, ni enfrentarse a hombres clavados en los árboles. Todos los momentos pasados con Gonzalo habían sido buenos... excepto el último, claro. Si de verdad había ido a buscarla, ¿no se debía a sí misma descubrir lo que realmente quería? ¿Quedarse con Pedro? ¿Irse con Gonzalo? ¿O quizá buscar trabajo de escultora en algún estudio cinematográfico de Los Ángeles para trabajar en la siguiente película de El Hobbit?
Cuando volvió a dar media vuelta, Pedro esperaba sonriendo.
—Sinceramente, no lo sé —admitió ella por fin.
—Lo dices como si fuera algo bueno.
—Algo tiene de bueno, que puedo elegir... pero necesitaré tiempo para decidir lo que voy a hacer.
—Pero...
—Para empezar, hablaré con Gonzalo. A solas. Quiero saber qué pretende exactamente viniendo a Edilean, y si ha venido en busca de una mujer o de una ladrona. Y tengo que resolver el problema del libro de los Treeborne como sea. Mi estabilidad mental lo necesita.
Pedro se había sentado en el sofá del salón para escucharla atentamente. Aquella era una Paula que no había visto nunca... pero le gustaba.
—¿Y si ha venido a buscarte a ti y no a una ladrona?
Ella lo miró a los ojos y pensó en mentirle, pero no podía hacerlo.
—Ya veremos. Ya no sé si lo amé realmente o no.Gonzalo es un Treeborne, y vive en una ciudad que prácticamente pertenece a su familia, creo que eso influye mucho. Pasar de que los chicos de tu instituto te suelten toda clase de groserías e insinuaciones sexuales, a que esos mismos chicos te abran las puertas y te dejen pasar antes que ellos resulta embriagador. Hizo que me sintiera tan bien..., tan valorada..., que me cambió. Y cambió lo que creía sobre mí misma. ¿Tiene sentido?
—Comprendo lo que dices, pero en Edilean te abren las puertas y te dejan pasar porque eres un ser humano, no porque vayas a heredar un montón de millones.
—Ya lo sé, lo he visto y lo he vivido. Pero también sé que me tratan de una forma más amable gracias a ti, igual que antes lo hacían gracias a Gonzalo. Quiero saber si soy capaz de conseguir las cosas por mí misma. ¿Tan difícil es de entender?
—No, no lo es —aceptó Pedro, levantándose—. Yo crecí aquí, pero necesité salir al mundo para encontrar mi lugar.
Paula, voy a confesarte la verdad. Te quiero. Te he querido casi desde nuestra primera conversación. Si fuera un pirata, te raptaría y te mantendría prisionera hasta que tú también me quisieras. Si viviéramos en la Edad Media, ofrecería una carreta repleta de oro por tu mano.
Ella no pudo contenerse y dio un paso hacia Pedro, pero él la detuvo.
—Pero no puedo hacer nada de eso, así que voy a esperar. Entretanto, haré todo lo que pueda para ayudarte, pero antes...
La rodeó con sus brazos y la besó. La besó con todo el ansia, con todo el deseo y, sobre todo, con todo el amor que sentía por ella.
Las rodillas de Paula flaquearon, dejó caer los brazos a sus costados y... y entonces Pedro la soltó, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera en el sofá.
—Pero te lo advierto, no jugaré limpio —concluyó, mientras ella lo miraba atónita, incapaz de asimilar lo que había ocurrido. Solo pudo parpadear, desconcertada, mientras él se marchaba.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario